Trabajar Vs … ¿Cuidarse?
Ante la situación pandémica de encierro que vivimos hoy, se abrió en la sociedad
una nueva disyuntiva.
Salgo y voy a trabajar para comer, o me quedo encerrado, comiéndome los pocos
ahorros que tengo?
La cuestión no es tan simple como para resolverlo con una pregunta de si o no.
Al principio de la cuarentena, hacés 6 meses y poco más atrás, hubiese dicho:
“Hay que encerrarse, vivís con personas de riesgo, tenés que cuidarlos a ellos….
pero… ahora?
Con una situación económica a nivel país que nos va consumiendo cada vez un
poco más, tenemos que tomar una decisión como individuos.
Muchos no tenemos la "Suerte" de tener un trabajo en blanco, en relación de
dependencia, con un ingreso fijo mensual que nos permita proyectarnos al
menos, hacía el próximo mes. Tenemos que resolverlo trabajando por nuestra
cuenta, con nuestras capacidades o adquirir nuevas. A veces esto se puede
realizar desde la seguridad de nuestras casas, manteniendo así un correcto
equilibrio entre poder trabajar y cumplir el aislamiento impuesto.
Pero qué pasa cuando esto no es posible? Cuando, por falta de herramientas o
conocimientos, o también porqué no, de oportunidades, no nos queda más
remedio que salir y trabajar afuera.
Tenemos muchos ejemplos de esto, desde los repartidores, personal de salud,
de seguridad, también oficios, cómo electricistas, plomeros, gasistas y más.
Qué hacer cuando nuestra única oportunidad de generar algún tipo de ingreso,
implica que tengamos que salir a la calle, ir a los domicilios de otras personas,
arriesgando nuestra salud y la de los que amamos. ¿Qué hacer? Gran dilema
¿No?
Acá tenemos que definir, a nivel individual y a nivel comunidad, dónde, o cuándo
pasar ese límite autoimpuesto y salir al mundo exterior. A tratar de seguir adelante
como se puede arriesgandonos lo menos posible.
Es una cuestión muy compleja, a la que cada individuo decidirá personalmente,
según sus posibilidades y características que los rodea, cómo actuar.
Pero como sociedad deberíamos plantearnos...no, me corrijo, DEBEMOS
plantearnos hasta cuándo seguir con esto. Hasta cuándo vamos a dejar que el
miedo domine nuestras vidas, encerrándonos y dejando que la vida nos pase de
costado? Porque así, tanto queremos proteger esa vida, que la dejamos que se
nos escape... entonces, para que la protegemos, si no podemos vivirla?
Es lo mismo, y acá recurro a quienes sean padres y madres para que me corrijan
si me equivoco, ya que no puedo hablar más que del supuesto, que querés tanto
a tu hijo o hija, que para que no sufra nada del mundo exterior (Durante era no
pandémica) lo encerras en tu casa, que no vaya al colegio, que no tenga contacto
con otros seres humanos que puedan hacerle daño, que no crezca como
corresponde, porque tengo miedo de que le pase algo malo….en serio?
Van a privar a sus hijos de vivir lo hermoso de la vida? No lo creo, ¿verdad?
Bueno, exactamente ESO es lo que estamos haciendo muchos hoy, con nosotros
mismos y con los que amamos. No me malinterpreten, no se vayan 120 personas
a un boliche todos hacinados, no salgan a la calle sin ningún cuidado, Tapaboca,
alcohol preparado, mirado a alrededor y prestando atención a lo que tocamos y
que no, hoy tenemos que cuidarnos más que antes, ésa es una realidad
innegable, no rompan sus cuidados, sus protocolos y sus cuarentenas,
sólo porque me aburro en casa.
Pero tampoco dejen que el miedo los domine, porque se nos pasa la vida, y esto
va a seguir así, mucho tiempo más, los días se suceden como horas, semanas
como días y meses como semanas. Cuando nos queramos acordar, se cumplirá
un año de encierro, de aislamiento absoluto. Y ahí mi querida gente, es cuando
el miedo, el temor… el virus mismo habrá ganado.
Hace poco hablando con un familiar, me dijo estas mismas palabras,
“no podemos vivir con miedo”.
Y estoy de acuerdo, no podemos dejar que el miedo nos paralice, no podemos
dejar que el miedo se convierta en nuestra cárcel. Que nuestro hogar, ese lugar
seguro dónde encontrábamos confort ante un mal día en el exterior, se convierta
en el símbolo de la depresión, la desesperanza, y el miedo.
Que nuestro hogar no se convierta en el símbolo de la pérdida de nuestra libertad.
Porque después no tenemos otro lugar al que correr a escondernos, ya no nos
queda un lugar de confort al cual llegar y dejar afuera los problemas.
Pensamientos sueltos de Ezequiel D’Astolfo